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                       Insuficiente

Una mañana no supo qué era.

Se abrigó, pero no era frío, se desvistió, pero no era calor, comió, no era hambre.

Estudió, pero no era ignorancia, trabajó, mas no era aburrimiento.

Se casó, no era soledad. Amó, tampoco era abandono.

Cogió, fumó y bebió, no obstante, no era deseo.

A pesar de que esperó hasta vomitar, no era impaciencia ni asco.

Cuando mató supo que nunca fue ira, odio o miedo, ni siquiera dolor.

Lloró, no era tristeza, rió, sin embargo, jamás fue felicidad.  

Buscó en todo diccionario y solo le sirvió “insuficiente”.

Murió, pero no era vida.

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                        Inventario 

En su libreta intentó registrar el pensamiento mismo, quiso anotar cada idea que naciese:

“¿Una idea se ve, escucha, o siente?”

 “Sentir…”

 “¿Esto es frío, odio, calor o tristeza?”

“¿Presión? o talvez vacío”

“¡Propiocepción!”

“¿Describirlo? Imposible.”

“Maldito Neruda.”

“Ella.”

 “Todo es único.”       

                                                                        

“Nadie repite ni olvida nada.”  

“No he escrito nada aún.”

 “Es tarde, la muerte viene, debo moverme.”

 “Pero aquí dentro nadie puede matarme…”

“Sigo sin escribir una línea.”

“¿Por qué alguien dibuja la línea entre horizonte y mar, pero borra las del sonido de olas rompiendo?”

“Talvez pueda anotar…”

 “Ella…”

“Nada…”

Él y su libreta murieron en blanco.                                  

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